Era una mañana de septiembre, la escarcha había hecho acto de presencia en el manto verde que cubría la
tierra. El silencio era roto a lo lejos, por un perro alarmado, tal vez por los quehaceres de alguna alimaña. Yo,
como todos los días, había salido a pasear. Me gustaba caminar cuando el día aun no había despuntado.
Pero aquella mañana, la escarcha no tenía aquel olor húmedo, que llenaba cada día mis pulmones. Miré a lo
lejos y no vi los faros de los coches de la autopista, bien en aquel momento no le di importancia.
Aquel camino que recorría cada día se me antojaba extraño. No sé, no encontré la piedra en la que solía
apoyarme, para limpiarme los zapatos después de haber cogido el atajo, para no encontrarme con el perro
del labrador;!Por cierto algún día, tendré que hablar con él, para que lo ate! Bueno, ya es hora de volver me
dije. Al darme la vuelta, ¡Allí estaba! Plantado en medio del camino, el corazón en ese momento se me
encogió de tal manera, qué hubiera cabido en la cáscara de una nuez. Era un ser de una estatura similar a la
mía, no se movía, y a mí me tenia paralizado. Hice un esfuerzo para moverme hacia un lado, pero él se movió
hacia el mismo, me moví hacia el otro pero me cortó el paso. En aquel momento una voz cálida y femenina
me susurraba al oído:
Despierta cariño, sal del espejo.!Este sonambulismo acabará contigo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escribe lo que tu corazón sienta, y lo que tu mente te deje...