Era una tarde dudosa; ya que el solsticio de verano empezaba asomarse, sin embargo, la húmeda primavera de aquel año se aferraba a no querer abandonarnos.
Mirando a mi joven retoño, me percaté de que, el tiempo pasa deprisa. Aquella niñita pequeñita que veía con mis ojos, crecía. Mirándola pude descubrir, rasgos de mujer.
_ Aún le falta mucho. Pensé.
Pero el tiempo pasa deprisa. No lo puedo parar; me propuse engañarlo.
¿Cómo? No fue fácil, hoy aún no sé, si lo embauqué, o fui yo el embaucado.
Hice un pacto con él.
Le dije, que el pasado se lo regalaba, con todos sus buenos y malos recuerdos; también le regalaba el futuro, con todas aquellas intrigantes vivencias por venir.
A cambio sólo le pedía el presente. Y el me preguntó:
_ ¿El presente?
_ Si. Le contesté.
_ ¿Me lo das? Insistí.
Y el riendo, cómo si hiciera un buen negocio, me contestó:
_ Quédatelo, pero no tiene recuerdos, ni intrigantes cosas por venir.
Desde aquel día vivo en el presente.
Mirando a mi joven retoño, me percaté de que, el tiempo pasa deprisa. Aquella niñita pequeñita que veía con mis ojos, crecía. Mirándola pude descubrir, rasgos de mujer.
_ Aún le falta mucho. Pensé.
Pero el tiempo pasa deprisa. No lo puedo parar; me propuse engañarlo.
¿Cómo? No fue fácil, hoy aún no sé, si lo embauqué, o fui yo el embaucado.
Hice un pacto con él.
Le dije, que el pasado se lo regalaba, con todos sus buenos y malos recuerdos; también le regalaba el futuro, con todas aquellas intrigantes vivencias por venir.
A cambio sólo le pedía el presente. Y el me preguntó:
_ ¿El presente?
_ Si. Le contesté.
_ ¿Me lo das? Insistí.
Y el riendo, cómo si hiciera un buen negocio, me contestó:
_ Quédatelo, pero no tiene recuerdos, ni intrigantes cosas por venir.
Desde aquel día vivo en el presente.
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