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PENSAMIENTOS QUE SALEN DE MÍ, A TRAVÉS DE MIS DEDOS...

Intentando dar un respiro a mi mente... Desde aquí quiero compartir mis relatos con vosotros. Las ilustraciones, casi todas son descargas de Internet. Si alguien las siente suyas que me lo haga saber y las retiraré. Los textos están bajo licencia SafeCreative, si alguien quiere copiarlos que me lo haga saber y gustosamente se los cederé.


19 de enero de 2009

HIJO DE LA LUNA


Chico era especial, diferente a todos. Seguramente lo hacía especial el echo de que a su padre, se le resbalara de las manos el día en que nació. Algo en su cabeza dejó de funcionar.
Con el paso del tiempo, su cuerpo se desarrolló cómo el de cualquier niño de su edad, pero su mente iba muy por detrás. Su madre, lo protegía consciente de que nunca estaría a la altura de los otros jóvenes.
A menudo Chico veía cómo los demás niños, salían al campo a cazar conejos con sus carabinas de balines. Él siempre le preguntó a su madre por qué no le dejaba salir con los demás chicos. Y ella siempre le contestaba lo mismo:
No Chico, esos, no saben lo que hacen.
Pero, para Chico aquella negativa se iba convirtiendo en una obsesión, hasta el punto que era la cosa que más anhelaba. Solía soñar con el día en que fuera con los demás, para cazar un conejo y llevárselo a su madre. Y esta asumiendo que no fuera tan grave ir a cazar conejos.
Hacía tiempo que no veía a su padre, aún no comprendía dónde estaba. Y siempre que le preguntaba a su madre, le contestaba lo mismo:
¿Tu padre? Se fue. Lo que Chico no sabía, es que era su propia madre que lo había echado, tras caérsele de las manos al nacer.
Corrían malos tiempos en la comarca, la inevitable bestia de las naciones, hizo acto de presencia.
Chico no sabía, por qué aquellos hombres vestidos de uniforme, estaban en su casa. Tampoco intuía por qué le hicieron aquellas preguntas, bajo la atenta mirada de su madre, y aún entendía menos aquel papel, en el cual escribieron: “No apto”.
Cada vez quedaban menos jóvenes en el pueblo, Chico se había percatado que cuando aparecía aquel camión, del mismo color que el de los hombres de uniforme, alguno de los jóvenes desaparecía.
El enfrentamiento iba mal, así que el gobierno decidió que todo aquel que pudiera aguantar un fusil con sus manos, era apto para la guerra.
Los hombres de uniforme volvieron, Chico vio a su madre llorar, mientras lo abrazaba, no sabía que pasaba.
Aquel hombre de gabardina gris, y que parecía tener el mando sobre los otros le gritó:
¡Venga que nos vamos!
Chico miró a su madre, y algo le pasó por la cabeza, que lo hizo saltar de alegría:
!Claro, madre llora porque me llevan a cazar conejos!
Y él le contestó lleno de euforia:
!Tranquila madre, ya verás te traeré el más grande!
Y así fue cómo Chico se vio envuelto en una guerra, en la cual él, inocentemente pensaba que iba a una cacería de conejos.
Wily, era un borracho empedernido, el cual pocas veces estaba sobrio. Su alistamiento fue voluntario, harto de todo y con pocas ganas de vivir. Así que tampoco le sentó mal, que después de aquella descomunal borrachera, se despertara en un acuertelamiento del ejercito.
Wily de inmediato congenió con Chico, le parecía gracioso que al enemigo le llamara “conejos”. Wily siempre le protegía, del fuego enemigo. Algo le decía que aquel joven, algo le pasaba en la cabeza.
Aquella madrugada pero, era distinta, el fuego enemigo era más intenso. Los batallones rivales estaban enfurecidos y avanzaban sin resistencia alguna. Wily sabía que de aquella no saldrían vivos.
Así que Wily se apresuró a decirle a Chico:
!Ahí tienes a tus conejos, acabemos con ellos!
Y Chico miró hacia todas partes, y gritándole a Wily:
¡No los veo, sólo veo soldados!
Entonces fue cuando Wily se percató, de lo que realmente le pasaba a Chico. Miró al frente, y vio que la cosa iba en serio, y que no tenían escapatoria posible.
Así que le propuso un juego, para que no se diera cuenta, de la masacre que se iba a producir:
Chico, ¿quieres cazar tus conejos?
Y él, entusiasmado, le dijo que sí.
Bien, cierra los ojos y podrás cazar el más grande de todos.
Chico sin pensárselo dos veces, los cerró y...
Horas más tarde, los encontraron, que yacían en una trinchera. Chico tenía cara de felicidad.
Por fin había cazado su conejo.


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